lunes, 28 de noviembre de 2011

Lo que pulsa debajo de un ataúd blindado

Una característica común en las obras de género es que siguen ciertos patrones predefinidos, y esperados por su audiencia. Normalmente el lector se siente satisfecho si la obra del género de su preferencia le ofrece algunas sorpresas y novedades, dentro de una estructura reconfortantemente familiar. Y a veces eso es suficiente para que una obra valga la pena.

Otras veces, sin embargo, los autores deciden revestir de las convenciones de cierto género una historia desconcertante. Entonces sucede lo contrario. Esa superficie vagamente familiar se vuelve el ancla que nos sostiene al adentrarnos a una estructura desconocida. Y esto es precisamente lo que se proponen, y logran maravillosamente, el escritor David Hine y el artista Shaky Kane con The Bulletproof Coffin.

Ninguna sinopsis haría justicia a la historia, además de que sería una descortesía negar al lector interesado la sorpresa de los enredos y desenredos de la trama. Simplemente diré que The Bulletproof Coffin es, entre otras cosas, un vistazo a la psique de un enfermo obsesivo de la cultura pop chatarra, un comentario sobre la evolución de la industria americana del cómic, una crítica a un sistema económico en el que el arte se mide en términos de capital, y una torcida y divertida amalgama de la EC de los 50s, la Marvel de Lee/Kirby y el underground setentero, todo engranado en una estructura metatextual que podría provocar la envidia de Charlie Kaufman.


Shaky Kane es el artista idóneo para ilustrar un engendro de esta naturaleza, dotando a la obra de un acabado burdo, sucio y un poco perverso, que a pesar de esto –o por lo mismo- nos acerca a lo sublime. Hay en su estilo punk-kirbyesco la combinación justa de autenticidad retro, y de anacronismo contemporáneo para crear en el lector la incomodidad precisa con la que se debe abordar una obra como esta.

Lo más impresionante, y lo que eleva este cómic por encima de otras obras “bizarras”, es que, entre tantos elementos extraños, e incluso repulsivos, la historia alcanza una sincera e inesperada resonancia emocional. Al final, uno se queda con la sensación de que, debajo del exterior cínico de este par de creadores, hay un espíritu romántico buscando brotar cuando nadie se dé cuenta.


GuidoVox fuera/

The Bulletproof Coffin es editado por Image Comics

martes, 22 de noviembre de 2011

El Último Gran Aventurero


Si en la introducción a este blog dije que el cómic tenía el potencial de ser mucho más que entretenimiento escapista adolescente, no fue con la intención de demeritar esta posibilidad del medio. Al contrario, el cómic es uno de los medios mejor calificados para transportar a niños de todas las edades hasta los confines más recónditos y emocionantes de su imaginación. Para pruebas, no hay que ir más lejos que al tema que nos atañe hoy: El Flash Gordon de Al Williamson.

FLASH GORDON


El Flash Gordon de Alex Raymond, tomado de Flash Gordon,
Vol. 5, editado por Checker BPG

Flash Gordon (no confundir con Flash, el veloz superhéroe de DC comics), creación del legendario Alex Raymond, vio la luz en 1934, cuando King Features Syndicate le encomendó al artista crear una tira cómica para competir con la popular fantasía espacial, Buck Rogers. La imaginación de Raymond era desbordante, el espiritu aventurero, y la fantasía anclada en la verisimilitud del ilustrativo estilo de Raymond, hicieron que pronto superara al mismo Back Rogers. Millones de niños y adultos cayeron rendidos ante su encanto.

AL WILLIAMSON

Entre esos millones de niños se encontraba Al Williamson, quien a los diez años fue con su madre a ver el serial cinematográfico Flash Gordon Conquers The Universe, y el impacto fue tal que se volvió una fascinación de por vida. Williamson se desarrolló como dibujante de cómics y se volvió, en mi opinión y la de muchos, en el auténtico heredero de Alex Raymond.

Williamson es, de alguna manera, el último de los románticos en el cómic de aventuras. Fue un magistral exponente del estilo ilustrativo clásico popularizado por Raymond y Hal Foster, y además asumió el espíritu gallardo y aventurero de dichos autores, sin el menor trazo de ironía. Eventualmente, sin dejar de lado la clara influencia de sus predecesores, desarrolló un estilo que lo consagró por mérito propio.

AL & FLASH

Williamson es -después de Raymond, por supuesto- el artista más identificado con Flash Gordon. Es por eso que me sorprendió, con el tomo Al Williamson,s Flash Gordon: A lifelong vision of the heroic, descubrir que todo su trabajo con el personje no da más que para llenar un tomo de unas 260 páginas (incluyendo los textos de Mark Schultz) Es, más que nada, un testamento de la calidad y el impacto de su trabajo, que un corpus tan breve haya dejado una impresión tan duradera.

Lo más interesante de este libro es que, además del deleite del arte de Flash Gordon en sí, el tomo sirve también como una especie de retrospectiva de la carrera de Williamson. Esto es porque, a pesar de que sus proyectos con Flash Gordon fueron pocos, estuvieron distribuidos a lo largo de la mayor parte de su carrera, y se ubican en puntos clave de la evolución del estilo de Williamson.

La primera parte del libro incluye el primer trabajo importante de Williamson con el personaje: El puñado de historias que ilustró para el cómic de Flash Gordon que editó King Comics en los 60s. En estas vemos a un Williamson que aún le debe mucho a Raymond, pero que ya tiene pleno control de sus facultades como ilustrador. Su estilo dinámico y limpio brinda emoción a una colección de historias sencillas y predecibles (aunque destacan el par de historias guionizadas por Archie Goodwin, las mejores de este capítulo)

La segunda parte consiste en la adaptación de la película Flash Gordon, de 1980. Es una obra interesante, pues aunque sigue de manera bastante fiel la trama de la cinta, despoja a la historia de todos los elementos camp de la misma, que tantos dolores de cabeza provocaron a Williamson. Aquí vemos a un Williamson con una voz más propia, su manejo del claroscuro es epectacular y, aunque el uso de referencias fotográficas le resta algo de dinamismo a la narrativa, esto se ve más que compensado con el espectacular detalle con que dibuja la ambientación. El estilo de esta obra es muy similar al que utilizó en el trabajo que hizo para diversos títulos de Star Wars por las mismas fechas.

La última parte incluye la miniserie que lanzara Marvel Comics en los noventas, guionizada por Mark Schulz, quien en el texto introductorio a este capítulo menciona como en este trabajo empieza a notarse el declive en las habilidades de Williamson. Si bien es cierto que aquí ya no se nota la firmeza de trazo de su trabajo en los sesentas, ni la riqueza de detalles de la adaptación de 1980, si nos encontramos con un Williamson suelto y relajado, y con una obra que sintetiza las ideas del artista sobre su personaje favorito. Además, se aprecia en los trazos más sueltos ese aire ligeramente expresionista que es tan característico de mucho ilustradores, cuando la mano, con el rigor de los años pierde algo de su firmeza, pero mantiene una gran personalidad.

Además de estas historias, se incluye una generosa cantidad de bocetos y miscelánea. El libro es una delicia de principio a fin, un manjar tanto para fanáticos de Flash Gordon y de Williamson, como de cualquier lector dispuesto a quitarse la máscara de adulto un rato, y dejar salir ese niño aventurero que aún ronda dentro de cada uno de nosotros.

GuidoVox fuera/

Al Williamson's Flash Gordon: A Lifelong Vision of the Heroic, con textos de Mark Schultz, es editado por Flesk

lunes, 14 de noviembre de 2011

Un amo haciendo uso de su poder


La semana pasada hablaba de una obra que reconstruye una historia verídica, fuertemente comprometida con la realidad de lo representado. De alguna manera, el cómic del que les quiero hablar hoy representa un acercamiento diametralmente opuesto a las posibilidades de la narrativa grafica.


POWR MASTRS, obra de Christopher “C. F.” Forgues, es un delirio visual, una obra que corresponde al género fantástico, pero que, lejos de los clichés del género, nos sumerge en un mundo personalísimo, exorcizado del subconsciente de su autor para quedar plasmado de manera magistral en la página.

La serie –que ya va en su tercer tomo- se ubica en un mundo llamado New China, del cual como útil referencia viene un mapa, junto con una galería del reparto de personajes, al principio de cada uno de los tomos. La historia avanza con una fluidez que se antoja improvisacional. Durante todo el primer libro vamos descubriendo personajes extraños y situaciones bizarras que, aunque no tenemos claro hacia donde nos va llevando, son fascinantes en sí mismos y retienen nuestra atención. Hacia el final del primer tomo vamos viendo los esbozos de la gran narrativa, que se irá desarrollando a su propio ritmo, sin prisas, en los subsecuentes volúmenes.


 
En mi descripción he utilizado adjetivos como “extraño” y “bizarro”, pero debo admitir que no son del todo precisos. Si bien es cierto que POWR MASTRS se aleja de muchas de las convenciones estilísticas con las que estamos familiarizados hay, en sus personajes y situaciones, intrigantes a primera vista, un destello de familiaridad, que se va haciendo más grande conforme se lee la obra, si uno se lo permite. No porque las cosas se vuelvan más convencionales conforme avanza la historia, sino porque, como mencioné al principio, C.F. deja que la obra fluya de su subconsciente, y su sinceridad es palpable. POWR MASTRS alcanza niveles arquetípicos de una pureza inusual en esta época de formulismos. Y si uno se abre lo suficiente, puede verse reflejado en ellos.

Debo admitir que, en mi caso, la obra me preparó desde el principio para recibirla de esta manera. El lugar en el que se desarrolla la primera escena me recordó, desde el momento en que lo vi, uno de los sueños más vívidos de mi infancia. A partir de ahí, he percibido una familiaridad con la obra, tanto a nivel estético como narrativo, que no ha hecho sino incrementarse conforme avanzo en su lectura.



El espacio se me acaba, y no he hecho más que arañar la superficie. Podría hablar del impecable estilo artístico de C.F. De su casi quirúrgico sentido del diseño y la composición, semioculto en la espontaneidad de su trazo, de su selectivo y muy preciso uso del color, del peculiar sonido que da a la voz de sus personajes o de la manera  en que integra la tipografía al diseño y a la narrativa. Baste de momento, y en la seguridad de que habrán más oportunidades de hablar de C.F. en el futuro, con decir que POWR MASTRS es uno de mis cómics favoritos, y que estoy seguro de que su autor –aún joven- llegará a ser uno de los grandes.

Si les interesa conocer más sobe C.F. y POWR MASTRS, les recomiendo estos links, del joven crítico Matt Seneca:


GuidoVox fuera/

POWR MASTRS es editado por Picturebox Inc.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El Arte de Volar



La semana pasada hablaba de cómo el cómic tiene el potencial de ir más allá de los lugares comunes a los que nos ha acostumbrado. Con esto en mente, quiero presentar, en la que es propiamente la primera columna de GuidoVox una obra que, en un medio que se ha caracterizado por la fantasía y el escapismo, nos presenta una historia brutalmente real. Me refiero a El Arte de Volar, de Antonio Altarriba y Kim.

El libro, editado en 2009, nos cuenta la historia de Antonio Altarriba Lope, padre del guionista, quien en 2001 se suicidó a sus noventa años, al tirarse por la ventana del cuarto piso del asilo en el que vivía. El autor se atribuye la autoridad para reconstruir la historia de su padre porque, como él mismo menciona en la narración del cómic: “Soy el único que puede saber cómo lo hizo… porque, aunque no estaba allí, estaba en él… Siempre he estado en él porque un padre está hecho de sus hijos posibles… y yo soy el único hijo que le fue posible a mi padre…”

Por si el contexto de la obra no fuera lo suficientemente fuerte, el retrato en sí es devastador. El Arte de Volar nos presenta la historia de un hombre que lucha por alcanzar su libertad, por sentirse pleno; pero que, si bien encuentra algunos chispazos de felicidad en el camino, se ve engullido por un mundo en el que no hay más cabida que para la mediocridad del espíritu.

Altarriba no idealiza a su padre. Al contrario, éste se trata de un retrato humano, de un hombre que no es un héroe ni un villano, es simplemente un apersona tratando de sobrevivir, como cualquiera de nosotros. Esto le da una dimensión más impactante a la obra. En Antonio padre, cuya vida abarcó prácticamente todo el siglo XX, se ve reflejada de una España que luchó por sus ideales, y que sobrevivió para verlos aplastados por otra España: la de Franco. Su entumecimiento es el de un pueblo que paso por el trance de luchar a muerte contra su propio hermano. Y en su suicidio se ve el último esfuerzo de ese hombre por recuperar su individualidad.

No quiero terminar sin mencionar el trabajo gráfico de Kim en la obra. El suyo no es un estilo que vaya a resultar impactante a primera vista, y esa es su principal fortaleza. La aparente sencillez de su estilo gráfico y narrativo, aunado a su impecable ojo para los detalles, cumple a la perfección la función de sumergirnos en la obra sin que nos demos cuenta. Si el guión de Altarriba recrea para nosotros el universo de un hombre, al arte de Kim nos introduce de lleno.

El Arte de Volar es la historia de un hombre, la Historia de un Pueblo. Es una obra personal, emocional y demoledora. Ante todo, es una obra maestra del cómic.


GuidoVox fuera/

El Arte de Volar es editado por Edicions de Ponent