jueves, 22 de diciembre de 2011

La Memoria de Los Titanes

JOE SIMON
En los últimos días se ha reportado la muerte de dos de los gigantes que le quedaban a la industria americana del cómic: Jerry Robinson, creador de Joker, y Joe Simon, cocreador –junto con Jack Kirby- del Capitán América. Los legados de estos dos hombres no se limitan a sus creaciones más icónicas. Ambos fueron pioneros de la era de oro del cómic americano, pero su trabajo abarca décadas, y no sólo como creadores de cómic, también –y es el tema que me interesa hoy- como preservadores de la historia del cómic americano.


En particular, quiero hablar de The Comic Book Makers, libro coescrito por Joe Simon junto con su hijo Jim, y que recuenta las anécdotas de Joe Simon durante sus décadas en la industria, y tiene el nada despreciable plus de estar generosamente ilustrado con material de toda su carrera.

Siempre me han gustado las historias sobre los pioneros del cómic americano, por lo general inmigrantes –casi todos judíos- de segunda o tercera generación, con una fuerte ética de trabajo producto de la depresión económica del ’29, trabajando en las filas más marginales de los medios de entretenimiento, sin sospechar que en más de un caso, su trabajo se convertiría a la postre en la base de una industria multimillonaria.

La historia que narra Simon prácticamente abarca la historia del cómic americano del siglo XX, historia en la que él figura frecuentemente como uno de sus protagonistas: su legendaria asociación con Kirby, su paso por los diferentes géneros y formatos que fue requiriendo la industria en cada época, experimentos como los primeros cómis en 3-D, e incluso su creación –junto con kirby- del género del cómic de romance.

Además de su propia historia en la industria, Simon comparte su versión de anécdotas célebres y controversiales, como: la demanda de Nacional Publications a Fawcett, alegando que el Capitán Marvel era un plagio de Superman (en una época en que el Capitán lo superaba en ventas y popularidad); Los ataques del Dr. Wertham a la industria del cómic en los 50s, acusándola de influencia destructiva para la juventud, casi acabando con ella en el proceso; y la versión de un “Spiderman” propuesta por el propio Simon y por C.C. Beck, previa a la creación del héroe arácnido conocido por todos.


El estilo coloquial de la narración nos hace sentir que Simon nos cuenta estas historias como un abuelo nos platica sus anécdotas de juventud. Ese sabor de conocer la historia a través de quien la ha protagonizado, no la puede recrear el mejor académico. Y si a eso le agregamos la habilidad del narrador para hacer de su historia algo ameno e interesante, el paquete está completo.

 La historia del cómic es tan joven, que tenemos la fortuna de contar aún con algunos de sus pioneros entre nosotros. Conforme se van yendo, nos queda el consuelo -por lo menos en casos como el de Simon- de que, con  libros como The Comic Book Makers, dejan un poco de sus vivencias con nosotros.

GuidoVox fuera/

The Comic Book Makers es publicado por Vanguard Productions.

lunes, 5 de diciembre de 2011

DK2, o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a Frank Miller

Batman: The Dark Knight Strikes Again (alias DK2) es un cómic vulgar, burdo, incoherente, grotesco, y en ocasiones ofensivo. Dicho de otra manera, es uno de los mejores cómics contemporáneos de superhéroes que he leído.

Un poco de contexto: DK2 –publicado originalmente entre el 2001 y el 2002- es la secuela a The Dark Knight Returns de 1986, obra considerada seminal en la evolución del género de superhéroes, y vaca sagrada del cómic americano en general. Ambas obras son de la autoría de Frank Miller. La idea de que saliera una secuela no sólo era considerada altamente improbable, sino que era temida por muchos devotos de la obra original. Y tenían razón para temer.

A veces es bueno acercarse a las cosas desde la perspectiva que da el paso del tiempo. Cuando DK2 se lanzó originalmente, su éxito comercial fue equiparable a las feroces críticas que recibió. Efectivamente, el Miller de 1986 –una joven superestrella del cómic deseosa de dejar su marca en uno de los personajes más icónicos del medio- y el Miller del 2001 –Un autor consagrado y ferozmente independiente- son personas muy distintas, tanto en su estilo como en sus intereses. Se puede intuir incluso, en el Miller mayor, un perverso deseo de demoler la obra del Miller joven que es, francamente, delicioso.


Mientras en la obra de 1986 había una clara intención de plasmar una versión definitiva del personaje y, a pesar del humor de su sátira política, el tratamiento de su protagonista era francamente reverencial, en la obra de 2001 parece no haber mayor intención que la de divertirse y dar rienda suelta a sus impulsos de artista, a costa de los bolsillos de DC Comics. El resultado es una obra fluida, en donde la coherencia del argumento pasa a segundo plano, priorizando la brillantez de momentos aislados. La trama incluso da un giro forzado, dado que entre la realización de los números dos y tres de la sereie, se dio el ataque del 11 de septiembre, y Miller no quiso perder la oportunidad de reflejar este evento en su obra. A final de cuentas, DK2 deja un poco de lado las consideraciones intelectuales, para proponer una experiencia netamente visceral ¿Y no es eso lo que uno espera de un cómic de superhéroes?

El arte también refleja esta naturaleza de la obra, olvidando cualquier intento de realismo, para optar por un trazo burdo, que forma figuras expresionistas de mucha agresividad. El trazo de Miller se ve favorablemente complementado con el coloreado de Lynn Varley que, dejando de lado sus célebres acuarelas- vomita sobre la página un despliegue chillante de color digital, sin que ningún efecto sea demasiado chillón o artificial para ser probado. El resultado llega incluso a ser feo, pero estético y fascinante.


Ideológicamente, el libro es tan burdo como en los demás aspectos, aunque se alcanza a percibir en su interpretación de Batman la inclinación cada vez más conservadora del propio Miller (a pesar de que parodia figuras –reales y ficticias- tanto de la izquierda como de la derecha política) Este aspecto, sin embargo, es completamente irrelevante. Después de todo ¿Quién rayos lee un cómic de Batman buscando una postura política? Este cómic debe disfrutarse como lo que es: Una dosis de adrenalina.

Aunque en lo personal no sea el aspecto que más me interesa de la obra, si a  alguien le interesa un análisis más profundo del argumento y la simbología en DK2, me parece recomendable el ensayo en tres partes que realiza el historiador Peter Sanderson:

GuidoVox  fuera/

Batman: The Dark Knight Strikes Again es editado por DC Comics.